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domingo, 12 de agosto de 2012


LAS VISITAS DEL ÁNGEL/II

[JJA]

Mucho de lo que pasó hoy no me extrañó en lo mínimo. Vino antes de las diez; tenía prisa, dijo, y no estaba para respetar protocolos. Traía un documento que según él era la resolución del tribunal electoral validando la elección presidencial. Me lo entregó, dio media vuelta, tomó impulso y…: “Toma tu laptop, ve por el mundo y difunde la verdad”, alcancé a oírlo cuando ya iba rebasando en altura los cables de luz. Como se sabe y adivina, ninguna de las demandas para anular esa elección prosperaron; las cientos de miles de impugnaciones traían escrita a un lado la leyenda “No procede”. Lo cual no me extrañó. Tampoco me extrañó el hecho de que en la prisa por hacer oficial el dictamen, el Tribunal lo hubiera impreso en papel membretado del PRI. Lo verdaderamente extraño fue que esta vez vi al ángel volar. Lo juro.

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Intuye que estoy molesto. Me observa, me ronda y me hace estornudar cuando sus alas rozan mi nariz, pero no se decide a preguntar nada. Es la ventaja de tener a ser tan espiritual al lado. Después de merodear un rato, toma la iniciativa: “¿Sigues pensando en el asunto de la imposición?”; su tono es conciliador, amable, como no queriendo despertar la ira que crispa mis dedos. Al no obtener respuesta insiste con una larga perorata que poco a poco va subiendo de tono: “Entiendo tu molestia, tu indignación, pero ¡ya! Los insultaron, los defraudaron, los timaron; el sistema electoral es una porquería, las televisoras son una mierda, y Calderón y Peña unos pendejos, pero…  ¡ya! ¡Sal de ese estado! Así no puedes pensar con claridad. ¡Sí, ya lo sé: te duele ver a tu país en manos de estos pinches mercaderes, sepulcros blanqueados, nido de víboras!, pero… ¡ya basta! ¡Reacciona, carajo!”. Miro mis dedos estrujados y me mantengo estoicamente en silencio. (Ni modo que a estas alturas de su impetuosa apología le salga con que en realidad estoy encabronado porque en su majestuoso vuelo de ayer pasó desconectando mi instalación de Megacable).

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Todo el santo día se la pasó frente a la computadora. No entiende mucho de urbanidad ni buenas maneras, mucho menos de necesidades laborales. Así que pasé frente a él varias veces llevando y trayendo papeles, libros, esbozos, para llamar su atención sobre el hecho de que debía trabajar y, por tanto, ocupar la máquina. Ni me volteó a ver. Siguió tecleando con ímpetu celestial. No quise alargar esa incómoda situación y con los mejores modos le pregunté si tardaría mucho aún en sus búsquedas. “Ya terminé, por si ibas a preguntar, te informo que estuve tratando de comunicarme en la página del arzobispado con Norberto Carrera, con el obispo de Oaxaca, con el de Tehuantepec, con algún párroco común y corriente que me aclarara por qué excluyen y hostigan al padre Solalinde. Pero nadie contestó.” Aunque adivino la respuesta, me aventuro con un “¿Y por qué no los visitas?” Pero él ya está en otra tarea; saca dos hojas de la impresora, las mira abatido y responde sin quitar la vista de ellas: “Porque ya no están aquí los que me escuchaban.” Y sale esta vez caminando, cabizbajo, alicaído. Voy hacia la pantalla para salir de dudas sobre las misteriosas impresiones que dobló y guardó con tanto celo y veo dos fotos viejas: uno es Sergio Méndez Arceo, el otro Samuel Ruiz.
[para el padre Alejandro Solalinde, por su pronta recuperación]


Hoy noté que con la luz del sol se le hinchan las alas. Estuvo un buen rato sentado de espaldas al ventanal leyendo “El libro de horas” de Rilke y no se levantó hasta que le hice notar que sus alas ya parecían almohadas. “Cierto, se me olvida que la radiación solar cae sobre ustedes como una cuchilla”, dijo incorporándose. No quise hacer mucho caso a su punzante comentario, pero reviré sólo por solidaridad terrestre: “Sí, gracias al crecimiento desmedido y deshumanizado de los grandes capitales financieros que, por cierto, son bendecidos desde el Vaticano.” Sonrió. Me ha dicho que le parece patológico mi anticlericalismo, pero que no me ubica ni como ateo ni como agnóstico. En fin, este paréntesis anecdótico tiene que ver con lo que vino después. Cuando pensaba que nos enfrascaríamos otra vez en una disputa teológica, dejó el libro de Rainer Maria en la mesa y me soltó a bocajarro: “¿Sabes por qué sus esfuerzos por evitar la Imposición siguen siendo tan frágiles?” Lo miré esperando una revelación política que echara abajo todas las teorías revolucionarias, pero estúpidamente me salió un débil “¿Por…?”. A lo que respondió tomando ahora del librero “La educación sentimental” de Flaubert y diciendo mientras pasaba con vehemencia cada página: “Porque están indignados, pero les falta la exaltación ilimitada y creativa de la ira. Escucha –y citó con énfasis casi presbiterano–: ‘Las emociones extraordinarias producen las obras sublimes’”. Lo vi sentarse otra vez de espaldas al ventanal, pero esta vez me di cuenta que sus alas no se hinchaban: crecían.








viernes, 3 de agosto de 2012


LAS VISITAS DEL ÁNGEL [1]

[JJA]

Normalmente me habla desde la ventana, con ese tono gutural que le confiere su estado etéreo; pero hoy tocó el timbre de mi casa repetidamente antes de las diez de la mañana (cosa que tiene prohibida desde que lo reprendí severamente: “Nunca, óyelo bien, nunca me despiertes antes de las diez de la mañana a no ser que se esté acabando el mundo; y eso si hay posibilidades de que me salve, de lo contrario ni te molestes.”) Me extendió un sobre a través de la reja y abordó apresurado el taxi que lo esperaba. “Las causas de nulidad abstracta para las elecciones presidenciales son una trampa burocrática: no existe de facto manera legal de echar para atrás la resolución del Tribunal Electoral; toma tu laptop y huye al desierto”, decía su recado apresurada pero divinamente escrito. Y yo –iluso– que la noche de anoche sólo le había pedido que me diera una señal de esperanza…

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 Está acodado en la ventana, pensativo. Examina con curiosidad (¿cómo si no?) el control de la tv mientras espera que yo vuelva a ser yo. Son las 9:58 y se sabe respetuoso de nuestro pacto. “¿Qué haces?”, le pregunto dos y medio minutos después. “¿Por qué la toma de Televisa?”, me interroga sin más, de sopetón, como si trabajara en la PGR o algo así. Mientras me dirijo a la cafetera y a la cajetilla de cigarros lo voy adoctrinando: “Esa empresa y todas sus filiales representa lo más vil del poder mediático y enajenante. En México, según los Datos Generales sobre el Uso de la Televisión
y de la Audiencia del Tec de Monterrey, 94% de los hogares cuenta con televisor;
las familias pasan un promedio de 8 horas diarias frente a ese aparato; es decir, los padres ven más la televisión que a sus hijos y los hijos conviven más con la televisión que con sus padres.” “¿Y eso qué significa?”, pregunta ya más relajado y ahuyentando el humo de mi cigarro con sus saludables alas: “Significa –le digo quitándole el control de la tv para encenderla y ver si dicen algo de la toma pacífica de ayer– que el poder de Televisa y TV Azteca, las únicas cadenas con cobertura nacional, es un poder real, de peso específico, dictaminador, sancionador, teledirigido; no proponen una visión de la realidad, disponen la forma de ver esa realidad.” Se levanta y me mira con curiosidad (¿cómo si no?): “¿Y por qué no simple y sencillamente dejan de verla?”, me dice mientras corre las cortinas para que entre la luz, “es como las llamadas a misa, el que quiere va y el que no, pues no”, concluye. “Exacto –le digo–, ya empezaste a entender; visto así la televisión es un culto más poderoso que el tuyo. ¿No deberían estar preocupados ustedes también?” Ya no me responde. Está redactando furioso una carta para No Sé Quién.    

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 Amaneció como loco. Me despertó su bulla en la sala: revolvía libros, jalaba muebles, abría cajones, mentaba madres. Camino a la cafetera pasé mirando de reojo su desorden pero no me atreví a cuestionarlo; es lo que menos se debe hacer ante un ángel endiablado. “¡Una encíclica Rerum Novarum! ¿¡Dónde carajos tienes una Rerum Novarum!?”, escuché su cavernosa voz venida desde la nariz metida entre las “Confesiones” de san Agustín y los “Pensamientos” de Pascal. Para no alterarlo más le dije pausadamente que no contaba con ese texto religioso, pero que si me decía qué buscaba lo podría ayudar. “¿Cuándo aprobamos nosotros esa porquería del corporativismo? En las calles se grita que eso, la ignorancia y el miedo hicieron ganar al candidato del PRI. Por eso pregunto, ¿dónde chingaos dice que esas plagas las soltamos nosotros? ¡Eso sólo lo pudo hacer la Bestia apocalíptica! ¿¡Quién es y dónde está esa Bestia hija de puta!?”, dijo con militante vehemencia. Encendí la compu, lo jalé del ala hacia el escritorio, y le dije con desgano mañanero: “Escribe en esa barra ‘Pedro Joaquín Coldwell’ y le das enter”.

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 “Y ¿dónde está el virtual ganador de las elecciones?”, me pregunta haciendo énfasis en lo de “virtual”. De entrada se me ocurren varias respuestas: de vacaciones en Londres con el equipo de Televisa deportes, en un curso intensivo de lectoescritura con Aguilar Camín, practicando el inglés con Jorge G. Castañeda, renovando su guardarropa en compañía de Carlos Marín; en fin, cualquier cosa que lo mantenga alejado de un zapatazo, una mentada o de los cuestionamientos sobre su imposición. Me decido por un lacónico: “No lo sé, me vale madres dónde esté ese pendejo”,  pero al momento intuyo que tal respuesta no es apropiada para este diálogo casi fraterno que hemos entablado mientras vemos las olimpiadas.  Así que opto por algo más vago: “Lo ignoro, pero ¿importa acaso?”.  “Claro que importa –afirma señalando con ala de fuego hacia la pantalla–. ¿No te das cuenta que las televisoras siguen en campaña?: antes fingieron la presencia de su candidato, ahora encubren su ausencia”. Cuánta razón tiene Rilke: todo ángel es te-rri-ble.
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De plano hoy no tuvimos ganas de hablar. O yo no tuve ganas, mejor dicho. Y agradezco que él lo entendiera. Sólo me oyó murmurar cuando escuchábamos las noticias: “Ahora los que andan de pifia en pifia son los del PRD. Ayer el revés legal por usar sin autorización la voz de Carmen Aristegui, y hoy su presidente Jesús Zambrano sale todo persignado y modosito a deslindarse de las protestas contra ‘Soriana’. No cabe duda: estos demócratas liberales no se merecen ni el título de izquierda ni a la sociedad que al ver sus errores históricos ya los empezó a rebasar.” Sólo me oyó. Me oyó solo. Estudió mis gestos un rato y sin dejar de mirarme me dio una palmadita en la espalda (frase inexacta tratándose de un espaldarazo con el ala) y dijo sonriendo: “Anotaré esa frase para mis prácticas de vuelo: rebase a la izquierda por la izquierda. ¿Vemos el futbol?”. Y ya no hablamos.

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 “¿De casualidad tienes una trompeta por aquí?” Al momento imagino que quiere hacerle segunda al disco de Louis Armstrong que estamos escuchando, pero la razón me sugiere que tras su pregunta hay algo más trascendente. Así que le digo que no, que sólo tengo a la mano una guitarrita de juguete del Parián; respuesta suficiente para arrancarle el resto de su digresión: “Es que voy a salir a anunciar que tengo la solución para evitar el fin del mundo.” Volteo a verlo con la debida desconfianza y –como para darle importancia a lo que adivino será un comentario mordaz– le pregunto: “¿Y se puede saber cuál es esa solución?” Toma la guitarrita, ejecuta los tres acordes clásicos del tuntatachún y responde: “Es fácil: desplazar a la mayor cantidad de gente que se pueda hacia México el día de la ira del Señor. Aquí están curtidos para resistir lo peor; si han aceptado las vejaciones tan descaradas de la clase política, ¿no van a aguantar otra calamidad?” Y remató con las primeras notas de “Cielito lindo”.       

jueves, 31 de mayo de 2012

TRES A EME

Si no hubiera sido por la hora
--y por el gusto de sentarme a ver la lluvia
sin que nuble el paisaje gente corriendo--,
esto no sería un poema
sino una balada pegajosa.

[JJA]

FRAGMENTOS DE "LAS HOJAS DE HIPNOS"
René Char



La agudeza –alargada, henchida–, como un insecto que apenas apagadas las luces invade la cocina, atropella el silencio, desmenuza la basura.

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Una cama no se ofrece al llanto interminable como a una visita fugaz.

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La eternidad sólo rebasa por un ápice a la vida.  

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Somos semejantes a los sapos que en noche silenciosa se llaman sin verse: someten con el grito de su amor al azar universal.

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Hay dos edades para el poeta: aquella durante la cual la Poesía –en todo su esplendor– lo hiere, y otra en la que se deja fácilmente seducir. Pero ninguna está demarcada. Y la segunda no se sabe si llegará.  

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El poema es corriente furiosa; la poesía, reflujo de las áridas márgenes.

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Actuar como salvaje y pensar como estratega.

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Lo primordial en ciertas situaciones es domar la euforia a tiempo.

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Sé dueño del salto, no del festín.

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Un hombre sin defectos es una montaña sin grietas; una impostura.

[Trad. JJA, de "René Char", edición de Pierre Guerre, Seghers, París, 1971).

Actuar como salvaje y pensar como estratega Actuar como salvaje y pensar como estrategaActuar como salvaje y pensar como estratega.

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Lo primordial en ciertas situaciones es domar la euforia a tiempo.Lo primordial en ciertas situaciones es domar la euforia a tiempo.

*

Sé dueño del salto, no del festín.

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Un hombre sin defectos es una montaña sin grietas; una impostura.

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Si el hombre sigue cerrando con soberbia los ojos, dejará de ver lo que es digno de mirarse.

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El poeta, restaurador de los rostros infinitos de lo vivo.

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Estamos agobiados por la avidez y la desesperación de conocer. El aguijón no renuncia a su escozor ni nosotros a la esperanza.

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El poeta, capaz de exagerar, vive cómodamente en el sufrimiento.

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Resistencia es esperanza. Como la luna de Hipnos se instala esta noche en todas las habitaciones, el poema avanza cuando se comparte.



[Trad. Juan Jorge Ayala, de “René Char”, antología de Pierre Guerre, Ed. Seghers, París, 1977] [Trad. JJA, de "René Char", edición de Pierre Guerre, Seghers, París, 1971).

MÁXIMAS DISCURSIVAS ATRIBUIDAS (ERRÓNEAMENTE) A CICERÓN


XL. Desdeñemos, pues, a quien con premeditada falsía oculta la fuente de sus dichos y los hace aparecer como anónimos, a sabiendas de que los incautos se los atribuirán gratuitamente.

LII. No has de pretender que tus adversarios en una disputa piensen como tú; ruega a los dioses porque piensen.

LVII. Argumenta y contraargumenta; no pontifiques.

LXX. Si respetas a alguien no te apropies de su habla.

LXXVI. Dijo Hécuba esto, aquello dijo Hécuba: ¿tu ladrido es igual de potente?

LXXXIV. No inicies una guerra que no habrás de concluir.

CI. Está en tu potestad resucitar las palabras de otro, siempre que no las desentierres para envilecerlas.     

CVIII. No arrastres por las murallas a los muertos que tú no victimaste.



[Juan Jorge Ayala] 

lunes, 23 de abril de 2012


UMBRAL

Qué tenebrosos los estados beatíficos de Teresa de Jesús.

¡Ah, si de ese calibre fuera el Anuario de Psiquiatría!

Pero la clínica es categórica al respecto:

hablar a las paredes es indicio demente

sólo y-sólo-si ésta respondiera con alguna incoherencia.

Lo cual resta puntos cuando en la escala decimal

ascendemos de la sexta a la octava sin tocar el piso.

BLUES JEANS



Puedo hacerte feliz, sí,

pero un rato.

No me pidas que siempre

porque un día vendrán por mí

o yo iré por ellos.

No me digas, nena,

que todo lo puede el amor,

si nunca estamos de acuerdo

qué camino elegir

o en qué amigos confiar.

La noche recoge

sus aves negras en un puño,

y tú quieres que nos acurruquemos

para morir juntos y felices;

pero yo estoy balanceándome

en la ventana,

con los dedos contando

cuántos pájaros caen.

Y ya ves: ahora debo sentarme

a escribir un blues

y ponerme triste.

Puedo hacerte feliz

mientras no golpeen la puerta

y ordenen que salgamos

con las manos en alto;

porque, nena, no me quedaré

a oírte sollozar

mientras la ciudad se quema.