Cholula desollada
Con un magistral juego de tiempos
y entreverados personajes, Carlos Fuentes inicia la que para muchos es su mejor
novela, Cambio de piel (1967), teniendo a la Cholula sagrada como el núcleo
narrativo donde se gesta una de las más grandes traiciones de la historia: la conjura
conquistadora sella las puertas de la ciudad, suelta los demonios del saqueo y
la matanza, y comienza el desuello de la herencia monumental.
Pero no se piense que el saqueo cesó;
al soldado que a punta de ballesta se abrió paso para derribar ídolos y piedras,
han seguido los proyectos mortuorios de la Ley de expropiación aprobada por el
Congreso del Estado en 2014, sus buldóceres impacientes por despellejar la
historia, sus jueces a modo, sus triquiñuelas jurídicas para resquebrajar todo
vestigio opuesto a la “modernización” morenovallista. Una Ley que no sólo
ampara el pillaje sino lo promueve en nombre de la “utilidad pública”; concepto
que en el ámbito de las expropiaciones gubernamentales sólo puede entenderse
como plusvalía financiera generadora de deuda pública.
Pero, ¿cómo se explica, más allá
del vil despojo, esta salvaje comercialización de espacios patrimoniales
prehispánicos o coloniales? Quizá sirva recordar el modus operandi de otras intervenciones a la heredad arquitectónica
e histórica poblana que ha perpetrado el gobierno de Moreno Valle: expropia,
demuele o excava sin previa notificación a los pobladores o autoridades locales,
prepara la defensa jurídica de su “proyecto modernizador” (que para esa hora no
se ha dado a conocer) y, seguro de ganar las controversias contra un INAH
federal cada vez con menos potestad jurisdiccional (el INAH-Puebla se teje
aparte; en estos asuntos no ha pasado de ser un tapete –artesanal, eso sí– muy
lucidor), inicia sus obras contra viento y marea; cuando ya es más que
estruendoso el rugido de las excavadoras y las estructuras están a medio
demoler, entonces, y sólo entonces, hace público su “proyecto”; es decir, el
camino inverso de la legalidad.
La pregunta es: si hay un interés
genuino del gobierno por preservar las zonas arqueológicas del territorio
poblano, ¿por qué no hay proyectos de rescate –por ejemplo– para Manzanilla,
Cantona, Tepalcayo? (Y aquí un diablillo interior susurra: “Calla, no des
ideas, no-des-ideas; no olvides que estás ante la mano que mece la palanca de
las demoliciones”). La respuesta es de esperarse: Cholula –las Cholulas–, la sagrada, la desollada y desoída, es hoy el
codiciado tesoro de la zona metropolitana Puebla-Tlaxcala, la cuarta región más
importante según INEGI en términos poblacionales y económicos en México; nada
más. De ahí la maquinaria absolutista arrasando derechos civiles, la farsa
legal, la enconada persecución contra los opositores a este nada “público”
proyecto modernizador. Y de ahí la urgencia de detener la marcha de esta
tenebrosa reconquista.
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