La dama y el populista
No hay largometraje
más hábilmente manipulador que aquél de Disney (1955) donde las
irreconciliables contradicciones de clase se esfuman por obra del amor entre
una cavalier king de la alta –de esas
fufurufas– y un perro vagabundo, un “prole”, como diría una pretendida infanta.
La correspondencia política de este argumento canino aparece en las sociedades
latinoamericanas en la primera mitad del siglo XX con discursos de tipo
paternalista como: armonía y paz social, asistencialismo, unidad nacional; que
en nuestro caso se traduce hoy en oscuros proyectos de Estado tipo Mover a
México, Cruzada nacional contra el hambre, Diconsa, Progresa; que no son sino
nuevas formas de utilizar tácticamente la pobreza por medio del chantaje y la
demagogia para acumular capital electoral (y del otro, por supuesto). O como
diría el teórico Octavio Ianni hace más de cuarenta años: “el populismo
instrumentaliza a las masas, al mismo tiempo que manipula las manifestaciones y
las posibilidades de su conciencia”.
El presidente
Peña, amo y señor del eufemismo, pretendió hacer una diatriba del populismo en
su discurso ante la Asamblea General de
la ONU el pasado 28 de septiembre. Pretendió, pero –como sucede siempre con su
retorcida oratoria– dio origen a más burlas que reflexiones. Un discurso que en
otro contexto bien pudo ser hasta incendiario; se me ocurre una reunión
nacional de jóvenes priistas o los
congresos ordinarios de la CNOP o la CTM. Y hasta le hubieran aplaudido.
Algunos teóricos del análisis del discurso
(Genette, Van Dijk) afirman que los elementos indispensables de un correcto ejercicio
discursivo son narración, información, argumentación, deliberación…, y todo lo que carezca de ellos es mera apología de nulidad
intelectual, simple oratoria de concurso. Pero a favor de Peña podemos decir
que añadió un elemento a esta tipología: el mensaje cifrado. Veamos si no:
cuando dice “Las sociedades deben estar alertas frente a quienes
se aprovechan de sus miedos y preocupaciones”, uno de inmediato piensa en Luis Videgaray o la cámara de diputados, y
ya entrados en efectos paranormales hasta podríamos imaginar el cuartel del 27
batallón de infantería de Iguala, ¿o no?
Contrariamente a
lo que significó el populismo como expresión conciliatoria del cardenismo, el
Estado mexicano ejerce hoy un paternalismo de baja estofa, llanero, timador, proxeneta,
electorero; un populismo lumpen que sustituyó el componente ideológico por plasmas
y banda para el populacho, un populacherismo.
Seguramente la
comunidad internacional congregada en la ONU aquel día esperaba la confesión
pública de una grave crisis de derechos humanos en México y se topó con una torpe
alegoría sobre la paja y la viga, porque si lo primero hubiera ocurrido hasta
disculparíamos la dislexia presidencial con su multilaterati… multiterism…
mutilatel… eso.
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