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sábado, 14 de mayo de 2016

La dama y el populista

No hay largometraje más hábilmente manipulador que aquél de Disney (1955) donde las irreconciliables contradicciones de clase se esfuman por obra del amor entre una cavalier king de la alta –de esas fufurufas– y un perro vagabundo, un “prole”, como diría una pretendida infanta. La correspondencia política de este argumento canino aparece en las sociedades latinoamericanas en la primera mitad del siglo XX con discursos de tipo paternalista como: armonía y paz social, asistencialismo, unidad nacional; que en nuestro caso se traduce hoy en oscuros proyectos de Estado tipo Mover a México, Cruzada nacional contra el hambre, Diconsa, Progresa; que no son sino nuevas formas de utilizar tácticamente la pobreza por medio del chantaje y la demagogia para acumular capital electoral (y del otro, por supuesto). O como diría el teórico Octavio Ianni hace más de cuarenta años: “el populismo instrumentaliza a las masas, al mismo tiempo que manipula las manifestaciones y las posibilidades de su conciencia”.       
El presidente Peña, amo y señor del eufemismo, pretendió hacer una diatriba del populismo en su  discurso ante la Asamblea General de la ONU el pasado 28 de septiembre. Pretendió, pero –como sucede siempre con su retorcida oratoria– dio origen a más burlas que reflexiones. Un discurso que en otro contexto bien pudo ser hasta incendiario; se me ocurre una reunión nacional de jóvenes priistas o los congresos ordinarios de la CNOP o la CTM. Y hasta le hubieran aplaudido.
Algunos teóricos del análisis del discurso (Genette, Van Dijk) afirman que los elementos indispensables de un correcto ejercicio discursivo son narración, información, argumentación, deliberación…, y todo lo que carezca de ellos es mera apología de nulidad intelectual, simple oratoria de concurso. Pero a favor de Peña podemos decir que añadió un elemento a esta tipología: el mensaje cifrado. Veamos si no: cuando dice “Las sociedades deben estar alertas frente a quienes se aprovechan de sus miedos y preocupaciones”, uno de inmediato piensa en Luis Videgaray o la cámara de diputados, y ya entrados en efectos paranormales hasta podríamos imaginar el cuartel del 27 batallón de infantería de Iguala, ¿o no?
Contrariamente a lo que significó el populismo como expresión conciliatoria del cardenismo, el Estado mexicano ejerce hoy un paternalismo de baja estofa, llanero, timador, proxeneta, electorero; un populismo lumpen que sustituyó el componente ideológico por plasmas y banda para el populacho, un populacherismo.
Seguramente la comunidad internacional congregada en la ONU aquel día esperaba la confesión pública de una grave crisis de derechos humanos en México y se topó con una torpe alegoría sobre la paja y la viga, porque si lo primero hubiera ocurrido hasta disculparíamos la dislexia presidencial con su multilaterati… multiterism… mutilatel… eso.


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